LUMMIS, Y RAFAEL ALTAMIRA
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Retrato de Lummis, 1859-1928 |
Ha caído en mis manos, y como pensaba que el autor sería un hispano-americano, no he caído en la cuenta. Sin embargo, se me ha ocurrido buscarlo en la wikipedia. tengo que decir que he cometido un error al pasar por alto el prólogo que realiza don Rafael Altamira a la obra, porque de otro modo me habría enterado que el tal Carlos F. Lummis no es otro que Charles Fletcher Lummis, nada menos que un escritor e historiador norteamericano, anglosajón para entendernos.
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No es esta la versión que leo, sino la de Austral. Pero la que reproduzco aquí, que proviene de wikipedia, tiene el prólogo del general Primo de Rivera, quizás llamando a recuperar las alas del decaído ánimo nacional. No en vano su régimen, destinado tanto a liquidar un enfermo terminal como era la restauración como a abortar el nacimiento de una democracia (como se iba delineando entre 1921-23), se colocó bajo el paraguas del Regeneracionismo, que le sirvió durante algún tiempo como excusa perfecta para establecer la dictadura y gobernar sin límite. Para cuando se publica esta versión, el general vive sus últimos tiempos al frente del país. |
Nada sabía de él. No hay más que buscar en la red, pero yo me atrevería a destacar unos retazos específicos de su trayectoria intelectual:
- Su formación la prestigiosa Harvard, donde compartió promoción con Roosevelt, el del "big stick". Recuérdese la gigantesca rentabilidad del uso de los marines en el área centroamericana para los intereses de las multinacionales norteamericanas; las ramas de esta política aún se extienden hasta la actualidad.
- Su defensa del mundo indígena norteamericano, al que conoció bien y del que escribió algunas obras señeras.
- Su admiración por la obra de colonización española en América.
Es curioso porque quizás Lummis es uno de los prmeros en advertir la relevancia del pasado hispano en las tierras de los Estados Unidos. Y es importante subrayarlo porque en estos momentos hay un proceso revisionista en la literatura y la historiografía norteamericana que está revisando la componente hispánica en la historia estadounidense. No hace muchos meses existía una exposición abierta sobre los caminos hispánicos que surcaban el medio y lejano oeste norteamericanos; curiosamente el trazado de los mismos fue aprovechado un par de siglos después para trazar grandes autopistas que ponen en contacto el Norte de estados Unidos con el Sur.
Aún estoy en la lectura, pero, una vez leído el prólogo de Altamira, uno de los aspectos que me han llamado la atención ha sido la cercanía que observo entre la situación actual del pasado colonial hispano y la que relata don Rafael. Altamira escribe el prólogo en octubre de 1915, para una obra que, originalmente publicada en Chicago en 1893, había sido traducida por Arturo Cuyás. Lummis, recordemos al filo de 1900, hace un llamamiento al fin del racismo (ésto en el prefacio a la obra, págs. 43-44); una treintena de años hacía de la Guerra de Secesión y del fin de la esclavitud. No estará de más subrayar que España acabó con la esclavitud allá por 1878, y destacar que un régimen de pretensiones democráticas como la monarquía de Amadeo de Saboya o la Primera República (1868-1874), no fueron capaces de abolir la esclavitud.
A lo que íbamos. Estamos en el mismo estadio, esto es, una apreciación apasionada y no veraz de la colonización americana. Dice Altamira:
"La contradicción subsiste, sin embargo, para muchas gentes que juzgan la vida de otro modo y tienen distintos ideales de conducta con que pretenden medir los hechos pasados de la humanidad. Entre esas gentes se cuentan muchos españoles de hoy, para quienes la estimación del valor no es tan grande (o, cuando menos, no alcanza a borrarlas) como otras notas bien visibles en los conquistadores y que chocan con modernos principios de humanidad y de derecho." [pág. 17] Antes de pronunciar sentencias, conozcamos la historia; sin tergiversaciones interesadas, sin hemiplejías intelectuales, a las que somos tan dados.
El indigenismo actual sigue empequeñeciendo y dificultando la visión de las realizaciones hispánicas en América. El renacer de los populismos, con sus diferentes facetas, en algunos países del sur del continente, ha facilitado el impulso de las visiones indigenistas. Es decir, de las tergiversaciones históricas. Con franqueza: ¿cómo podemos exigirle a un Cortés que se comporte como un hombre contemporáneo? ¿Cómo vamos a exigir a un Moctezuma que no realice sacrificios humanos? Por muy reprochables que sean estas conductas hoy en día, aquellos seres humanos habitaban mundos diferentes entre sí, y a su vez con respecto al nuestro.
Me ha sorprendido pues el texto de Altamira. Pero es 1915. Se vive el impacto del 98, del Desastre. Altamira pertenece a aquella generación de intelectuales, y, aun sintiéndose inmerso en un proceso de reflexión colectiva sobre España y su historia, es capaz de hacer un llamamiento al enjuiciamiento cabal y sereno.
Una caricatura enormemente descriptiva de la política rooseveltiana en el Caribe. El gran garrote, siempre al hombro, por si acaso. |
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